Según un estudio de la Universidad de Misuri (EEUU), la actividad física en niños y adolescentes propicia huesos más fuertes y sanos. Los investigadores sostienen que hacer deporte durante la infancia puede ayudar a prevenir posibles fracturas y a reducir el riesgo de sufrir enfermedades como la osteoporosis en edades más avanzadas.

Más allá de las patologías del aparato locomotor, la actividad física ha demostrado tener un papel importante en la prevención primaria y terciaria de un gran número de patologías de curso crónico, como la diabetes mellitus (tipo 2), la obesidad, el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares e incluso la depresión.

Por lo expuesto, se insiste sobre la importancia de que los niños, y la población en general, mantengan un estilo de vida saludable y una dieta equilibrada. La clave para que el deporte brinde todos los beneficios es hacerlo de una manera reglada y controlada por especialistas que conozcan a los niños y puedan dosificar su esfuerzo. También es importante que la actividad física esté siempre supervisada para evitar lesiones y situaciones de sobrecarga en estructuras que están en crecimiento.

A los beneficios antes descritos, se le suma el mejor rendimiento escolar. La práctica deportiva ha demostrado tener consecuencias positivas en la respuesta que los niños dan en el ámbito académico. Según un estudio médico de la Universidad Libre de Ámsterdam (Países Bajos), el mejor rendimiento cognitivo de los niños está relacionado con el nivel de actividad física de estos. En esta investigación queda patente que la capacidad cardiorrespiratoria y la habilidad motora aumentan las competencias escolares, la autoestima y la memoria, además de reducir el estrés.

Como adultos, somos responsables de incentivar la actividad física en los más pequeños y dar el ejemplo. No basta con que les digamos que es beneficioso hacer ejercicio, sino que también deben verlo y sentirse apoyados en las actividades que elijan.