Existen frases que lo citan, la mitología griega habla de él y hasta hay películas donde redescubrimos por qué decimos “es mi talón de Aquiles”.
Lo cierto es que se trata del tendón más grueso y fuerte del cuerpo, que se encuentra en la parte posterior de la pierna, uniendo el gemelo y músculo sóleo al talón, por detrás del tobillo.
Existen distintas patologías que pueden afectar a este tendón, entre las que se encuentra la ruptura o desgarro de la parte posterior de la pierna.
Cuando esto ocurre, la persona que la sufre puede sentir determinados síntomas, como un dolor repentino en la parte posterior del tobillo, sensación de rotura o chasquido audible, dificultad para caminar especialmente al subir o bajar escaleras, hinchazón en la parte posterior de la pierna entre la pantorrilla y el talón.
El desgarro puede ser total o parcial.
El tratamiento que se defina dependerá de la edad del paciente, la actividad física que practica, si se trata de una lesión leve, moderada o severa, parcial o total, etc.
Las opciones que se definan se encuentran dentro de dos enfoques: no quirúrgico y quirúrgico.
Como no quirúrgico, podemos mencionar a la restricción del movimiento de la zona con el uso de yeso o bota ortopédica, a fin de promover una cicatrización natural. Suele recomendarse en casos de rupturas leves, a pacientes mayores o con poca actividad, aunque suele asociárselo a una mayor tasa de reincidencia de rupturas.
Las opciones quirúrgicas ofrecen la posibilidad de reducir la reincidencia de rupturas, y fortalecer no sólo la zona sino la movilidad del tobillo.
Una de las alternativas, que reduce notoriamente los riesgos y molestias habitualmente asociados a una cirugía, es el abordaje mínimamente invasivo a través de la sutura percutánea.
Este procedimiento es ambulatorio, es decir, el alta se realiza el mismo día.
La rehabilitación a través de fisioterapia es un paso importante en el proceso de curación, tanto si el tratamiento de la ruptura del tendón de Aquiles fue con o sin cirugía. Se busca fortalecer los músculos a través de ejercicios y mejorar el rango de movimiento del pie y del tobillo.
En el caso de realizar el procedimiento percutáneo, si el paciente comienza rehabilitación de manera inmediata, se ha demostrado que es posible que a las 6 semanas, la mayor parte (95% de los casos), puede reincorporarse a su actividad laboral normal.