El tratamiento óptimo de la Artritis Reumatoide (AR) requiere un diagnóstico que permita el inicio de la terapia temprana, idealmente en las primeras 12 semanas tras la aparición de los síntomas. Los principales síntomas de la enfermedad son: dolor (artralgia), inflamación de las articulaciones, rigidez matutina, hipersensibilidad y disminución del movimiento articular. Otros síntomas asociados, incluyen: fatiga, pérdida de apetito, malestar general, limitación funcional, depresión, sequedad en los ojos y la boca e incluso otras manifestaciones extra articulares.
La artritis reumatoide comienza con mayor frecuencia entre los 30 y 50 años, aunque puede manifestarse a cualquier edad. Afecta tanto a hombres como a mujeres, sin embargo, 3 de cada 4 pacientes con artritis reumatoide, son del sexo femenino. Debido a que es una enfermedad autoinmune sistémica, de carácter inflamatorio y crónico, requiere de la participación de un equipo de salud multidisciplinario que incluya el apoyo del médico clínico, reumatólogo, cirujanos ortopedistas, fisioterapeutas, personal de enfermería, entre otros.
Cuanto antes se comience el tratamiento, mayor será la probabilidad de controlar el proceso inflamatorio y de reducir el daño estructural, es decir, actuar en el “periodo de ventana terapéutica o de oportunidad”. Se dispone de intervenciones para mejorar los síntomas y los que modifican la enfermedad, que incluyen: analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos, glucocorticoides, fármacos modificadores de la enfermedad (FARME), entre ellos, los agentes biológicos. En la elección del tratamiento, los reumatólogos consideran la eficacia, la seguridad, la efectividad, así como la comorbilidad asociada, el riesgo cardiovascular, la identificación de factores de mal pronóstico, la respuesta a tratamientos previos y desde luego la opinión y preferencia del paciente.
Aun cuando el padecimiento no tiene cura, la atención integral permitirá mejorar el dolor y la inflamación de las articulaciones, retrasar la progresión de la enfermedad, mantener la remisión o un bajo nivel de actividad clínica y mejorar la calidad de vida del paciente.